Estando en una situación de crisis viviendo con
mi madre, mi hermana y en aquel momento mi novio al cuál se le habían
encontrado algunos textos románticos de una relación amorosa que supuestamente
mantenía en secreto, un secreto evidente para todos los que conformábamos esa
“familia”. La dinámica familiar era un poco diferente a lo que se acostumbra en
una familia tradicional pero que se jugaba el papel del chivo expiatorio el
cual me correspondía, manifestado con un cuadro de insomnio severo. Un buen día,
ya con toda la presión de la madre, con la indiferencia del novio y con el nulo
acercamiento de la hermana adolescente, tomo una maleta, hago unas llamadas las
cuales me conducen a un efectivo movimiento que fue conseguir una camioneta,
tomo mis cosas, me voy. ¿Y ahora a dónde? Con doscientos pesos en el bolso, con
deudas en la mente y con unas ganas de respirar otros aires, de repente me
encuentro en casa de un primo, primo él cual tiene un grado leve de autismo,
su departamento lo tenía en condiciones precarias, sin luz, sin gas, sin
Internet, sin papel de baño, lleno de chinches, animales, muebles que recogió
de la basura, excremento en el piso, aun así, era un lugar mejor, debo comentar
que había agua y la cosa de la limpieza se iba a poner buena. De este modo,
marcho hacia el Supermercado más cercano, compro tres cosas en calidad de
urgencia: papel de baño, vino y un destapacorchos. Ese día, dormí como nunca,
el insomnio desapareció y al siguiente día, me levanté.
Ros.