Monday, 16 September 2019

Enfermedad capitalista: Enfermedad mental


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Por. Karla Caravantes



Los descabellados números estadísticos que arrojan los medios de comunicación, permiten considerar problemáticas que se convierten en novedades y andan en las lenguas de las personas divulgándose. La idea del “progreso” de una sociedad se ve plasmada en los eventos trágicos a los cuales nos enfrentamos de manera actual.

Sin embargo, la lepra, la homosexualidad, la drapetomanía, eran consideradas enfermedades debido al contexto en el que se encontraba la sociedad a mediados de los mil ochocientos y hasta inicios de los dos mil. Gracias a la apertura de considerar al humano con sus decisiones y preferencias, los temas de perspectiva de género, así como el de igualdad o equidad social enfrentando el machismo, el racismo o la falta de tolerancia hacia el otro, ha permitido que cada singularidad determine su forma de andar en el mundo.

Pareciera entonces que hay un “progreso”, puesto a que las enfermedades pasadas ya no son el tema del presente, pero, ¿será entonces, que no es que se elimine una enfermedad, sino que ya se vive un síntoma social para la subsistencia de las lenguas que necesitan un tema trágico del cual hablar y las enfermedades pasadas solo se han ido desplazando una y otra vez a partir de los números estadísticos que ofrecen los medios de comunicación? este punto resulta importante, ya que las problemáticas actuales se dicen ser actuales porque se ha puesto la mirada en los temas que alarman a la sociedad, que sin duda, siempre se han presentado pero habían sido desapercibidos por la moda que acompaña el día a día, es decir, ¿cómo considerar al bullying cuándo en años anteriores no resultaba un problema? Difícilmente se tendría un número real de los casos de bullying y de acoso escolar en el pasado, pero sí se tienen números considerables en la actualidad porque hoy en día ya es un problema. Lo mismo sucede con los problemas mentales como la depresión, el TDAH, o lo que implica actualmente el tema del suicidio. 

La psicología actual se encuentra muy enfocada a preservar la salud mental a cualquier costo y también teniendo uno. Esto se puede ver a partir de la publicidad que ofertan los mismos psicólogos considerando los problemas más novedosos surgidos por la divulgación social: “violencia familiar”, “violencia de género”, “depresión”, “terapia de pareja”, “prevención del suicidio”, “tanatología” o frases como: “¿Estás en duelo? ¡Nosotros te ayudamos!”, mientras la psiquiatría en varias ocasiones prepara la sustancia adecuada para que el paciente convierta su padecer en un no padecer, en un no-sentir, en un no-ser y en este caso no se sabría con exactitud si se siga hablando aún de una persona que conserve la vida y, aunque en caso aparente fuera así,  no se sabe si conserva la suya.

Hoy en día existen muchas posibilidades para evitar la enfermedad mental, unas a costos elevados aunque cada día hay mas accesibilidad debido a la oferta-demanda que las necesidades ambientales de comercio requieren. No sólo surgen profesiones enfocadas a la salud mental, existen más herramientas que van desde la religión hasta el yoga o el budismo, para encontrar espacios que den tranquilidad al alma, ya sea creyendo en Dios o descubriendo espacios ampliados de conciencia; cualquiera que sea la opción, el humano anda en búsqueda de que su estar en la vida sea más llevadero y tenga algún significado. Los dolores y sufrimientos se convierten en un negocio, el padecer humano lo conduce a atender su estado emocional y el discurso del Amo se convierte atractivo puesto a que la voz del que sabe lo que el otro no sabe es seductora para el neurótico.

Entonces surgen corrientes del saber, con algunos costos para que esa voz que sabe indique hacia donde ir, qué hacer y cómo comportarse. Algunas corrientes se convierten en consejos con valor, no solo de dinero, sino tiempo, fe (porque se le apuesta al que el Otro sabe), dolor depositado a la experiencia que se puede dar de dos maneras: Reviviendo la experiencia dolorosa a manera de solicitar un consejo que recuerde las reglas del buen vivir, como sugiere la religión, que permita comportarse mejor y siendo funcional en algo, como suelen prometer la cura en las terapias breves de cinco sesiones. También existe el intento del ocultamiento del dolor como en casos de la meditación, el yoga, el budismo, que orienta al olvido momentáneo de ese sufrir. En ambos casos se hablan de curaciones momentáneas que pulsan en cada configuración psíquica que acompaña al sujeto a través de su experiencia, de su historia y que sin duda, volverá a manifestarse ya sea de la misma forma o de manera desplazada.

Así, dichas corrientes del saber de la salud mental  se convierten en el omeprazol para la enfermedad mental, con un amplio mercado y posibilidades que garanticen el regreso del paciente. Convirtiéndose la enfermedad mental en un mito y pretexto para llenar algunos bolsillos, haciendo la limpieza del sistema capitalista de dos formas: conducen al sujeto a comportarse como se tendría que comportar, que favorezca a los otros o se desplaza del contexto y como los psiquiátricos, las cárceles y los hospitales cada vez están más llenos, entonces se opta por la desaparición de quien ya no cabe. 

El psiquiatra Szasz (1982) comenta sobre la enfermedad: “La enfermedad es algo que sólo puede afectar al cuerpo: el cuerpo humano, o el del animal o incluso la estructura de plantas o de organismos unicelulares. Pero, por definición, la enfermedad no puede afectar a la mente” (p.93). Su opinión ante los enfermos mentales es a partir de que toman un lugar dentro del sistema, que no deja de tener una función: “En cuanto los llamados pacientes mentales, no tienen enfermedades médicas y corporales; esto es, en tanto que las enfermedades mentales son “funcionales”, no resultan ser, en mi opinión, verdaderas enfermedades” (p. 92).

La preocupación social en el tema del suicidio aumenta, no de manera directa, hasta que un día se asoma el caso mas cerca de lo que uno creía. La causa por la que cada persona transgrede con su propia vida, no es generalizable, así como las medidas preventivas que se sugieren día a día. Se puede observar la sonrisa del vecino, con su brillo, su espontaneidad de vida, sus veinte años de meditación, de clases de Reiki y al otro día podemos recibir una noticia inesperada. También podemos ver a aquel que se aleje de lo que supuestamente lo motiva y resulte que escriba “En las cimas de la desesperación”, o componga “Smells like teen spirit”. Más allá de los consejos y pasos a seguir para comprar la supuesta “felicidad” está algo primordial y es el camino del hombre hacia el cumplimiento concreto de su deseo, independientemente de que se encuentre desfavorecido por el bolsillo capitalista que las corrientes del saber le sirven. García (2016) comenta:

No se equivocan muchos quienes en el fervor del coraje por las situaciones globales generadas por el capitalismo, expresan “capitalismo de mierda”, porque efectivamente el capitalismo funciona como un sistema de engranajes –lógica de la burocracia- que se devoran a los sujetos para poder funcionar y luego los desechan cuando ya no son útiles; digamos, cuando les han extraído todos sus “nutrientes” que la maquinaria requería, y entonces para poder seguir funcionando, es decir para poder seguir devorando a otros. (p. 87)

La mirada al presente no es, sino, la misma mirada del pasado, en la cual si el sujeto no es funcional, conviene mejor su exclusión o su desaparición, orillando al sujeto al exterminio, en donde el mismo contexto exige la funcionalidad de la persona, enajenados en condiciones económicas invivibles en los mismos medios de ser humano, dirigiendo a la persona hacia el deseo capitalista a costa de la desaparición del suyo y, a causa de la trampa, el sujeto sin deseo ya no puede soportar la presión social, siendo el primero en querer ser parte de ese exterminio, pues se vuelve objeto de la fatalidad. Un genocidio bien planeado del capitalismo en el cual no necesita bombas, ni armas de fuego: necesita a la psiquiatría, al derecho y en tiempos contemporáneos, a la psicología, como voces dictadoras del capital.



Bibliografía
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García, E. (2016). Del erotismo oral al voraz goce del capitalismo. Introducción de la o(r)ealidad. En G. Larrauri. (coord.) Psicoanálisis y capitalismo, pp. 61-91. México: Las lecturas del Sileno Universidad Iberoamericana.

Szasz, T. (1982). El mito de la enfermedad mental. En A. Suarez. (coord.) Razón, locura y sociedad, pp. 85-102. México: Siglo Veintiuno Editores




Sunday, 11 August 2019

Santa María la Caquera



Existen varias maneras de nombrar a la colonia Santa María la Ribera; a través del tiempo ha sido pronunciada como: Santa María la ratera (debido al pasado delictivo que se le atribuía), Santa María la perrera (por el amor y preferencia particular que tienen los miembros de esta colonia a los perros) y Santa María la caquera (evidentemente por las cacas vistas y pisadas en sus calles y banquetas).

Una de las particularidades de la colonia radica en que a cualquier hora se puede apreciar a diferentes personalidades andando con su mascota al lado, frente, atrás, arriba o abajo. En este ejercicio existe una carga significativa que es la apropiación de la mascota en cuanto a responsabilidades que llevan al humano a adjudicar ciertas emociones, sentimientos o sensaciones propias a su mascota; no está de más señalar los ciertos parecidos que adquieren las mascotas a sus dueños y la caracterización y vestimenta que se les agrega dependiendo el gusto y decisiones del propietario. Esta apropiación incluye algo elemental, deshacerse de los deshechos hechos por dicho perro-gato-pato-ratón-hurón-conejo, etc., además de seguir cierta normativa para posicionarse como un “buen” vecino. Entonces ¿estaremos hablando de la caca de la mascota o de la apropiación de la caca de la mascota colocada en el sujeto? ¿se recoge la caca de la mascota como se le baja al escusado o se deja la caca de la mascota como no se le baja al escusado?

Constantemente se reflejan letreros señalando la falta de consciencia de aquella persona faltante ante el espacio público en el que se manifiesta, exigiendo la limpieza que requiere su andar para no tropezar con deshechos del otro.

Pero entonces, ¿qué significará que unos recojan la caca y otros no? La respuesta es tan compleja como el estudio del sujeto que mantiene relaciones pulsionales con las cosas a su alrededor, sobre todo con la caca.

La caca representa la primera economía del ser humano en la primera infancia que ronda entre el primer y tercer año de vida, existiendo una sensación de poder y propiedad privada a través del excremento, considerándose como un regalo que le puede otorgar a los padres que exigen expulsar su excremento de cierta forma (¿como la normatividad para posicionarse como “buen” vecino?)  a la cual el infante tiene que subscribirse y renunciar a su placer de: retener, expulsar y jugar con sus propias heces, debido al asco que afecta a los padres adultos (o quien los represente).

Justo en la etapa anal se instaura un modo de relación con los excrementos que permite que se establezca de diferentes formas dependiendo de la configuración singular que cada sujeto resultó de sus pulsiones, teniendo que renunciar al excremento surgiendo así una subjetividad. Tanto pudo despertar enojo por la renuncia al placer que los excrementos le daban o favorecer su adaptación a la vida social con soltura de cuerpo y destreza manual debido a la actitud más o menos severa de los padres en cuestión a la limpieza, lo que también podría desencadenarse en un despliegue torpe del niño conducido a la represión por rehusarse a someterse a sus deseos equivalentes a un castigo.

Dolto comenta: “A la etapa anal se remite la formación de los caracteres concienzudos, sobrios, regulares trabajadores, serios y científicos en aquellos que hallaron placer en conformarse a los nuevas exigencias que se les planteaban: en los otros, se encontrarán a los obstinados, los malhumorados, los testarudos, los que gustan llamar la atención por su desorden, su suciedad, su indisciplina o también aquellos que se hacen insoportables a los que los rodean por su afán de orden meticuloso, rayando en la obsesión”.

Quiere decir que Santa María la Ribera muestra una pluralidad conformada con muchas singularidades y esto se ve reflejado en la caca que se encuentran al caminar por sus calles, pudiendo ser pisadas (no solo la caca, sino la pronunciación de una subjetividad). El asunto con esto es, ¿dónde se coloca uno? En la figura del adulto con la necesidad de reeducar al infante, en el infante en búsqueda de la aprobación del adulto, en la queja constante ante la singularidad del otro, en el que recoge la caca del otro por mantener el orden y la limpieza…

Más allá de las formas “correctas” o “incorrectas” de hacer, en Santa María la Ribera existe una interrelación social muy bella en la cual no siempre se está de acuerdo y a eso se le llama vivir en sociedad.

Por cierto, ahorita vengo, voy al baño, bye.
💩