Sunday, 11 August 2019

Santa María la Caquera



Existen varias maneras de nombrar a la colonia Santa María la Ribera; a través del tiempo ha sido pronunciada como: Santa María la ratera (debido al pasado delictivo que se le atribuía), Santa María la perrera (por el amor y preferencia particular que tienen los miembros de esta colonia a los perros) y Santa María la caquera (evidentemente por las cacas vistas y pisadas en sus calles y banquetas).

Una de las particularidades de la colonia radica en que a cualquier hora se puede apreciar a diferentes personalidades andando con su mascota al lado, frente, atrás, arriba o abajo. En este ejercicio existe una carga significativa que es la apropiación de la mascota en cuanto a responsabilidades que llevan al humano a adjudicar ciertas emociones, sentimientos o sensaciones propias a su mascota; no está de más señalar los ciertos parecidos que adquieren las mascotas a sus dueños y la caracterización y vestimenta que se les agrega dependiendo el gusto y decisiones del propietario. Esta apropiación incluye algo elemental, deshacerse de los deshechos hechos por dicho perro-gato-pato-ratón-hurón-conejo, etc., además de seguir cierta normativa para posicionarse como un “buen” vecino. Entonces ¿estaremos hablando de la caca de la mascota o de la apropiación de la caca de la mascota colocada en el sujeto? ¿se recoge la caca de la mascota como se le baja al escusado o se deja la caca de la mascota como no se le baja al escusado?

Constantemente se reflejan letreros señalando la falta de consciencia de aquella persona faltante ante el espacio público en el que se manifiesta, exigiendo la limpieza que requiere su andar para no tropezar con deshechos del otro.

Pero entonces, ¿qué significará que unos recojan la caca y otros no? La respuesta es tan compleja como el estudio del sujeto que mantiene relaciones pulsionales con las cosas a su alrededor, sobre todo con la caca.

La caca representa la primera economía del ser humano en la primera infancia que ronda entre el primer y tercer año de vida, existiendo una sensación de poder y propiedad privada a través del excremento, considerándose como un regalo que le puede otorgar a los padres que exigen expulsar su excremento de cierta forma (¿como la normatividad para posicionarse como “buen” vecino?)  a la cual el infante tiene que subscribirse y renunciar a su placer de: retener, expulsar y jugar con sus propias heces, debido al asco que afecta a los padres adultos (o quien los represente).

Justo en la etapa anal se instaura un modo de relación con los excrementos que permite que se establezca de diferentes formas dependiendo de la configuración singular que cada sujeto resultó de sus pulsiones, teniendo que renunciar al excremento surgiendo así una subjetividad. Tanto pudo despertar enojo por la renuncia al placer que los excrementos le daban o favorecer su adaptación a la vida social con soltura de cuerpo y destreza manual debido a la actitud más o menos severa de los padres en cuestión a la limpieza, lo que también podría desencadenarse en un despliegue torpe del niño conducido a la represión por rehusarse a someterse a sus deseos equivalentes a un castigo.

Dolto comenta: “A la etapa anal se remite la formación de los caracteres concienzudos, sobrios, regulares trabajadores, serios y científicos en aquellos que hallaron placer en conformarse a los nuevas exigencias que se les planteaban: en los otros, se encontrarán a los obstinados, los malhumorados, los testarudos, los que gustan llamar la atención por su desorden, su suciedad, su indisciplina o también aquellos que se hacen insoportables a los que los rodean por su afán de orden meticuloso, rayando en la obsesión”.

Quiere decir que Santa María la Ribera muestra una pluralidad conformada con muchas singularidades y esto se ve reflejado en la caca que se encuentran al caminar por sus calles, pudiendo ser pisadas (no solo la caca, sino la pronunciación de una subjetividad). El asunto con esto es, ¿dónde se coloca uno? En la figura del adulto con la necesidad de reeducar al infante, en el infante en búsqueda de la aprobación del adulto, en la queja constante ante la singularidad del otro, en el que recoge la caca del otro por mantener el orden y la limpieza…

Más allá de las formas “correctas” o “incorrectas” de hacer, en Santa María la Ribera existe una interrelación social muy bella en la cual no siempre se está de acuerdo y a eso se le llama vivir en sociedad.

Por cierto, ahorita vengo, voy al baño, bye.
💩